martes, 25 de octubre de 2016

1.       
EL LOBITO Y EL PERRO


Soy un lobito de mar que estoy empezando a disfrutar estas aguas  de la bahía  de Concepción, ya nado mucho mejor. Tengo un rincón en el puerto donde suelo tomar el sol después de mis baños y mis festines de ricos peces.
                Hoy  ha sido un día diferente,  en mi rincón donde yo reposaba placenteramente ¡un perro! Al verlo gruñí, él hizo lo mismo, si me hubiera acercado más. Me habría mordido, molesto me fui a una roca donde también solía descansar, quedaba más adentro de la bahía frente a la lobera donde reposaban los míos.
                Al día siguiente fui nuevamente a mi rincón con la esperanza de no encontrar ahí al intruso, lamentablemente no se había ido. Gruñí, el ladro, así pasamos muchos días, yo gruñía el ladraba, yo desde el agua, el desde la terraza o mejor dicho desde mi rincón. Un día decidí hablarle lo primero que hice fue preguntarle, porqué estaba ahí. Echado con su cabeza sobre el cemento levantó solo la vista y no contestó nada, o sea que me ignoró, ni ladro, ni aulló, ni gruñó. Consternado de verlo mudo nuevamente le pregunté. ¿Por qué estás aquí? Igualmente nada, sin respuesta. Entonces al día siguiente le llevé un pescado, salté a la terraza donde él estaba y le  dejé el bocado junto a su hocico, levantó la vista y empezó a olfatear, lo saboreo, luego se levantó moviendo su cola, y acercándose a mí me dio un topón en mi hocico, yo fui feliz con su gesto de cariño, me lancé al agua nadando jugueteando en ese mar que me cobijaba.
                Al día siguiente lo primero que hice fue llevarle un pez a mi amigo, allí estaba, cuando me vio se paró en sus cuatro patas y avanzó a la orilla moviendo el rabo, de un salto estuve a su lado dejándole el pez, allí nos quedamos a orillas del mar en la terraza, ahora le preguntaría, ¿de dónde vienes? Echado al lado mío empezó a gemir, como si estuviera liberándose de una pena. Luego respondió:
                Yo vivía en una mansión, tenía de todo, pero mis amos no me amaban, les cuidaba la casa los amaba, pero  para ellos solo era un quiltro, entonces decidí  irme con la esperanza que alguien me quisiera. Dijo esto y guardó silencio, apoyó su cabeza sobre mí y se durmió, hice lo mismo la gente que pasaba decía,  mira, mira  un lobito y un perro.
                Cuando el sol ya se entraba despertamos de nuestra siesta, me lancé al agua y me fui a la lobera sorprendido por lo que me había contado, yo jugueteaba con mis hermanos, tenía una familia numerosa y nos amábamos, no teníamos amo, éramos  libres, no teníamos que servirle a nadie, el mar nos proveía de alimentos y disfrutábamos nadando, podíamos viajar muy lejos atravesando mares.
                Una mañana más yo con un pez en el hocico para mi amigo, así pasó mucho tiempo, descansábamos juntos compartiendo ese rincón que antes había sido mío, yo diría que pasaron años, convirtiéndome en un lobo de mar con mi propia familia y mi propia roca, llegué a pesar 350 kilos con un alto casi de un metro y un largo de un metro y medio, mis esposas me dieron muchos hijos, pero nunca olvidé a mi amigo, siempre le llevé  un pescado,  me costaba  un poco subir a la terraza, pero los lobos somos muy buenos para saltar.
                Esa mañana me quedé a su lado, le pregunté como estaba, bien me respondió, presentí que no estaba bien, me lamió  con cariño, toqué su hocico en ademán de agradecimiento, como yo había crecido tanto se veía pequeño acurrucado junto a mí. Al rato casi al llegar la noche, lo sentí helado, su frágil cuerpo ya no era tibio como solía sentirlo otras veces, traté de moverlo, su rigidez me advirtió que se había ido, allí me quedé junto a su cuerpo, llegó la mañana y ahí estábamos los dos, la gente pasaba  y pasaba como siempre viéndonos ahí. Ya al medio día los jotes querían arrebatármelo, lo abrace muy fuerte, más  fuerte y me lancé al mar con el abrazado nadé  muy lejos y muy profundo, dejándolo en las profundidades del mar entre algas y peces de colores, allí se quedó con una sonrisa en su rostro, había tenido todo mi cariño.


Un  mensaje para los niños.
                Ustedes los niños,
 Son como una flor en primavera
Y un rayo de luz los besa cada mañana,
 El rocío de la noche vela sus sueños.
Vuestras voces son como el canto de una sirena,
De esos rostros de niños,
Capullo de rosa con olor a yerba buena.
Ustedes son un rosario de perlas
 Para rezar el padre nuestro cada mañana,
Son un manto bordado de sueños,
Que llevaré junto a mi destino.



2 comentarios:

  1. Lila, soy Ana de Editorial Cronos, nos llamaste hace un rato, pero parece que el teléfono que tenemos no es correcto. Si puedes, envíanos por mail tus datos a info@editorialcronos.com para poder llamarte. Saludos

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    1. Bueno yo estoy en Chile ahora mi correo es lilalayers@gmail .com regresé de Barcelona en febrero de este año tengo varios libros por publicar puedo enviartelos por correos si te interesa saludos muy atentos Lila Layers Escritora Chilena

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